Conoce un poquito acerca de mí

Mi foto
Me encuentro cursando mi 4to año de doctorado en Psicología Clínica. Actualmente vivo en la ciudad de Juana Díaz, Puerto Rico, aunque soy Ponceña de corazón...

26 enero 2006

Víctima de Violencia Doméstica que Renace


Carta dirigida a una persona que ya no forma parte de mi vida…


Víctima de Violencia Doméstica que Renace


Hola:
¿Cómo estás? Espero que cuando leas esta carta te encuentres bien. Son muchos los años que no formas parte de mi vida. Es increíble, pero al comienzo de nuestra relación pensé que jamás podría alejarme de ti. Tú eras para mí mi vida, mi amor, mi todo. Por eso me fui por encima de todo y de todos, comprometiendo mi dignidad para estar contigo y convertirme en tu esposa. Aunque los recuerdos de esos años ya están borrosos en mi memoria no he olvidado del todo. Aún recuerdo la ilusión de convertir mi sueño en realidad, estar con el hombre de “mi vida”. ¡Que muchas ilusiones albergaba mi corazón ese día que juré ante Dios respetarte y honrarte! Vaya, si pensé: “nos amamos tanto que nada nos podrá separar”. No entendía como había tantas personas que no aprobaban nuestra unión. Me parecía ridículo que nadie pudiera advertir las virtudes que yo veía en ti. Tú eras perfecto ante mis ojos inocentes y enamorados. Inocentes… sí, porque tú fuiste mi primer novio, amor y hombre. Ahora me sorprende lo crédula que fui. No pasaron ni dos meses de casados cuando comenzaste a mutilar mis sueños. Primero fue la crítica por lo mal que hacía las cosas, luego la burla por mis aspiraciones; te parecía tan tonta. A los cuatro meses de casados fue la primera bofetada en mi rostro y la angustia en mi corazón. N o había nada que hiciera bien, nada de lo que decía te parecía correcto. Pero eso sí, debía ante todo someterme a ti como buena cristiana. Era irónica mi manera de reaccionar ante tus abusos. La culpable de que me maltrataras con palabras y físicamente era yo. Algo estaba haciendo mal para merecer de ti los castigos, que no solo me producían dolor físico sino una herida en mi interior. ¿Dónde estaba ese hombre amante que había conocido? Ese que decía que me amaba y que ahora solo decía que no servía para nada, pero que si lo dejaba me mataba.
Cielos, me privaste de estudiar, de visitar a mi familia, de ser yo misma. A tu lado fui perdiendo la voluntad de vivir; me sentía inútil, fea, poca cosa y hasta me hiciste creer que Dios no me amaba. ¡Cuántas veces lloré suplicando en secreto el milagro de alejarme de ti! Más no había la más mínima posibilidad de escapar. Siempre te encargabas de hacerme creer que lo lamentaría profundamente si me atrevía a decir o a hacer algo en tu contra. No puedo negar que tus amenazas surtieron efecto por un tiempo. Tiempo que costó mi paz mental, espiritual y física. Tu amor era tan mezquino que por gracia divina mi vientre se hizo estéril a tu semilla y mi pecho se negó a alimentar lo que de seguro solo nacería para sufrir. Aunque para mí era un consuelo el no tener hijos tuyos, no dejaba de ser doloroso el que me dijeras que era tan inútil que ni un bebé podía darte.
Por otro lado, habían momentos en que te tenía tanta pena, habías sufrido tanto en tu vida que yo justificaba tus maltratos. En esos momentos no sabía que más querías de mí; era sincera, amorosa, simpática, bonita… pero con el tiempo esas cualidades que antes de conocerte me identificaban, contigo se fueron desvaneciendo. Ya la sonrisa alegre se fue convirtiendo en una mustia y amargada. La sinceridad fue silenciada por temor a las represalias y el amor fue convirtiéndose en odio. Aunque seguía siendo bonita, al mirarme al espejo solo veía a una mujer deslucida.
Fueron tres años de dolor, de angustia y de temor. En esos años sobresalieron las amenazas de todo tipo, la violencia verbal, física y la restricción de mi libertad. Pero todo ser humano se cansa de que lo pisoteen y llegó un punto en que no me importaron más tus amenazas; tenía que huir de ti. Lo más que recuerdo es que, aunque creía que a Dios ya yo no le importaba, le elevé una oración de súplica y le dije: “Señor, por favor, dame la oportunidad de salir de aquí, te lo ruego, si me quedo aquí me moriré, solo tú puedes ayudarme”. Lo más impresionante de todo es que Dios me dio la oportunidad al día siguiente y no la desaproveché. Recuerdo la llegada de esos tres policías mientras me agredías en la calle. Ellos intervinieron a tiempo y en ese momento comenzó mi recuperación. Fueron días terribles, estar yendo continuamente al tribunal, tú persiguiéndome y amenazando a mi familia con matarnos. Pero, aunque fue difícil ese primer año, fue como un oasis el regresar a mi hogar. Allí me recibieron mis padres llorosos y confortantes, mis tres hermanos que no escatimaron en consolarme y en tratar de hacerme olvidar. Ellos lloraron conmigo y lucharon conmigo. Fue difícil volver a confiar en los demás y en tener confianza en mí misma.
Aunque fue un proceso doloroso, no te guardo rencor. Es natural que uno sienta cierto enojo y se indigne al repasar el pasado, pero aunque lo cuento con lujo de detalles lo hago sin resentimiento. ¿Sabes porqué? Por que aprendí a perdonar. ¿Recuerdas cuando me decías que Dios no me amaba ni me escuchaba? Te equivocaste, si bien mi familia me ayudó a recuperar mi autoestima, me indujo a estudiar y a superarme; en mi corazón solo había odio. Vivía rememorando todo lo que me hiciste sufrir y resentida con Dios por haberme abandonado. Sin embargo, el Señor nunca me abandonó. Diariamente me recordaba las ocasiones en que protegió mi vida de ti. Me sorprendió comprender como su misericordia me acompañaba y me libraba de peligros contra mi vida. Me hizo comprender que nunca me había dejado. Mi corazón estaba tan dolorido que no podía ver las señales que Dios me enviaba de que no estaba sola. Comencé a estudiar su palabra, a dialogar con Él y finalmente le entregué mi dolor, mis heridas y mi odio. Poco a poco el amor de Dios fue inundando mi corazón y mis heridas sin cicatrizar y que de vez en cuando sangraban fueron sanando. Comencé a ver mi pasado de forma diferente y a tener misericordia. Luego de un largo proceso el Señor llenó mi corazón de amor y pude perdonarte.
Te perdono de todo corazón por todo lo que me hiciste. Sé que sufriste mucho y no sé si todavía sigues sufriendo. Pero por mi parte solo le pido a Dios, que me hizo renacer, que toque tu corazón y que sane tus heridas para que puedas ser feliz. Gracias al amor de mi Señor Jesucristo y al cuidado de mis padres y hermanos soy una persona diferente. Con el tiempo volví a hacer amistades, comencé a estudiar un bachillerato y me gradué con un grado honorífico de magna cum laude. También conocí a un hombre maravilloso que me enseñó lo que es el amor, el respeto y el compromiso en la pareja. Ahora estoy casada nuevamente y tengo dos hijos preciosos, porque mi vientre floreció y mi pecho alimentó amorosamente a dos vidas nacidas en el vínculo del amor. Sigo unida a mi familia, a mis padres a quienes les agradezco su paciencia y su voluntad de hacerme feliz. ¡No te imaginas cuanto me han ayudado! También a mis dos hermanas y a mi hermano, que han estado conmigo en todas y que con sus locuras me volvieron a hacer sonreír. Actualmente, estoy terminando mi maestría en Consejería Profesional con la que espero ser agente de ayuda para todo el que lo necesite. Creo que con mis experiencias vividas tengo mucho que ofrecer a los demás.
Bueno, que más puedo decirte… solo espero que te encuentres bien. Espero que medites en lo que te he escrito y que analices tu interior. Saca el tiempo para recorrer tu corazón y ver que heridas del pasado no te dejan ser feliz. Esfuérzate en superar tus traumas y en encontrar la paz contigo mismo. Puedo decirte que si le entregas al Señor todos tus problemas Él te ayudará a resolverlos. Tú no estás solo, porque así como Dios me ama a ti también te ama. Recuerda que su misericordia es para siempre. Tú tienes muchas cosas buenas que dar, no te cohíbas, recuerda que el amor y la voluntad pueden derrumbar muchas murallas.
Ahora me despido, dejo atrás todo lo que pueda aún quedar. Gracias por los buenos momentos y te perdono por los malos. Cuídate mucho. Que Dios te Bendiga.
Hasta siempre,
Haisha Núñez

1 comentario:

Cirilo Toro Vargas dijo...

Haisha:

Sin lugar a dudas el ejercicio de escribir esta carta debe haber sido motivo de una catarsis. Una experiencia traumática como esa puede a la larga convertirse en aliciente para tu voluntad y para desarrollar más tu personalidad.

Toda situación nos mueve de una forma u otra, haciendo mella en nuestro ser. Tarde o temprano podemos ir sanando esas heridas hasta lograr rehacer nuestras vidas y seguir adelante. Me alegro sobretodo que hayas podido superar este trauma provocado por una persona que con toda probabilidad necesita ayuda psicológica.

Todos llevamos dentro de nosotros penas y alegrías que nos mueven de un lado para otro. Muchas veces la gente opta por presentarse como la hoja del yagrumo ante estas experiencias, cambiando de color según les da el viento, ante la imposibilidad de resolver o quizás ante la ignorancia de resolver.

Entiendo que has sido valiente por un lado y afortunada por otro, pues a pesar de la situación agobiante en que te encontrabas, supiste encontras fuerzas y fe para pedirle al Médico de las Almas su auxilio en el momento oportuno.

Adelante. Estás viviendo ahora los primeros albores del resto de tu vida, que la veo colmada de felicidad junto a tus seres queridos, y de triunfos por tu tenacidad y el reconocimiento de tus talentos.

Cirilo