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Me encuentro cursando mi 4to año de doctorado en Psicología Clínica. Actualmente vivo en la ciudad de Juana Díaz, Puerto Rico, aunque soy Ponceña de corazón...

19 enero 2006

La edad de la Inocencia


El misterio de la inocencia anida en su pureza. La misma es la forma de vida más primorosa. Es esa que se manifiesta en una mirada clara y sin prejuicios, en la carcajada sin malicia ante un hecho tonto. La inocencia, tesoro casi exclusivo de un corazón bondadoso, de un alma que entrega sin pretensiones y que confía apasionadamente. ¿Cuántos recordamos esa etapa en nuestra vida donde veíamos el mundo desde una apariencia de optimismo, de placer y de quimeras? En la que conocer un nuevo amigo, ver un familiar y el presenciar el fulgurar de la naturaleza era un develamiento que nos llenaba de dicha.
Edad venturosa, de sonrisas, juegos, cantos y en algunos casos de sollozo cándido. Un lapso de sueños y aventuras, en las que se anhela alcanzar las estrellas y volar al infinito. ¿Por qué mutilar los sueños? ¿Para qué menoscabar las esperanzas? No lastimes el periodo de la inocencia, ni despedaces la ilusión que la misma conlleva. El dominio de ser realista no es ver la malicia en las cosas, sino las virtudes que enfilan a la paz. Disfruta el candor de un niño, festeja su ingenuidad, alimenta la expectación al futuro y custodia su inocencia.
Sobre todo mira su rostro, faz inocente, de mirada pura y sincera; una sonrisa pícara y que a la vez seduce con su sencillez. ¿Dónde podrás encontrar aquí en la Tierra semblante más sublime y que ostente más amor? No lastimes su rostro con manotazos, ni hieras sus oídos con palabras devastadoras. Tampoco amargues su retozo con estrictas exigencias que no concuerdan con su edad. Detente, observa sus manos, llenas del anhelo fehaciente de fundar, construir y acariciar. ¿Qué esperas de esas manos? No castigues duramente la curiosidad sin maldad de esas manos que tal vez hicieron lo que no debían, enséñale con palabras de sabiduría y oriéntalas hacia lo que es correcto. Mira esos pies pequeños que corren anhelosos ante tu llegada, preparándose para en un futuro emprender su camino a la realización de sus aspiraciones. Encamínalo, pero no coartes su libertad de expresión y de crecer en conocimiento. Deja que continúe siendo inocente, que vea la vida desde una posición de pureza, de honestidad y de sinceridad, cualidades innatas de la inocencia.
Finalmente, trata de ver su interior, esa alma generosa, limpia y sin culpa. Proponte preservar su vida y no mancillarla o quitársela. Porque ciertamente somos testigos diariamente de la muerte del inocente y más triste aún de la pérdida de pequeñas vidas que atraviesan esa gloriosa edad. No lo permitamos, erradiquemos esa enfermedad devastadora que arropa al mundo y salvaguardemos por sobre todo la inocencia en nuestros niños.

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