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Me encuentro cursando mi 4to año de doctorado en Psicología Clínica. Actualmente vivo en la ciudad de Juana Díaz, Puerto Rico, aunque soy Ponceña de corazón...

03 septiembre 2012

La Reflexión de las Reflexiones en Torno al Curso 640 Psicología Social Avanzada Orientada en el Construccionismo Social


El curso de Psicología Social que estudié este semestre fue una experiencia maravillosa para mí. A través de la clase y de la enseñanza de la profesora Rivera, pude conocer cómo el ser humano construye su realidad. El aprender estos principios abrió mis ojos a otra realidad del mundo y de lo social que anteriormente no había concebido. De hecho, a partir de las lecturas mi mente se desplegó para mirar a mí alrededor conscientemente y despertar a la realidad subjetiva que me rodea. Dicha experiencia que expreso va cónsona con lo que la profesora nos dijo que pasaría en la primera clase, cuando verbalizó que la psicología social nos proyectaría a examinar la realidad de la persona en cuanto a la acción de éste o ésta en la sociedad y de cómo se construye la misma. Recuerdo que de esa primera clase marché con el anhelo de conocer más y con la curiosidad de comprender el punto de vista del construccionismo. Ante todo, entender un poco mejor cómo las personas vamos construyendo nuestra realidad personal y social. Me pareció fascinante vislumbrar cómo la cultura, la política y la religión, entre otros componentes influencian directamente en la forma en que nos ¨movemos¨, actuamos (acción) en la sociedad.

Lo primero que internalicé es que la naturaleza social se enfoca en que relacionarse es algo innato en los seres humanos para poder sobrevivir. Es decir, para que un ser humano se convierta en persona sólo lo logra en relación con los otros. Éste es social por naturaleza y mediante esa interacción con los demás es que se convierte en persona y construye las posibilidades que le ayudan a organizar su vida. De modo que, yo como ser humano no puedo completarme sola, sino que encuentro los referentes a partir de los cuales comienzo a construir mi vida y a darle sentido a la misma. Esto me confrontó con mi idea individualista de la vida, en la que mi construcción de la realidad se basaba en que, aunque el otro está presente, no es tan importante en la vida de uno. A partir de este esbozo surge la idea de que cualquier conducta humana nos puede humanizar o nos puede bestializar, obstaculizando que la dimensión humana de solidaridad, apertura y de pensamiento crítico se desarrolle y, en su lugar, se desarrolle el miedo o la vergüenza. Sin embargo, entendí que la persona tiene que volcarse, exteriorizar hacia afuera, abrirse al mundo y sólo entonces ésta se completa con el mundo. Lo que sucede es que esa relación que establecemos con el mundo no es inmediata, sino que equivale a reconocer que en ese mundo de afuera hay un espacio que de alguna forma interviene en el resultado de la interacción. Dicha apertura es la que nos permite la libertad, la autonomía.

Este nuevo conocimiento me inquietó a buscar conocer nuestro trasfondo histórico, nuestra formación interna y cómo los mismos influyen en nuestra conducta y en el entorno. En especial, me produjo el deseo de conocer el concepto de la libertad. Me motivó a inquirir qué significaba eso de que la apertura es la que nos permite la libertad y la autonomía. Para mi entender el concepto libertad involucraba lo personal y no lo social, así que me llenaba de curiosidad lo que implicaba la misma. Por lo cual, en la próxima clase la profesora explicó, en torno a la libertad, que el ser humano es reflexivo y que tiene una dimensión autonómica esencial con la cual nace que no cambia. Ésta nos explicó que la libertad se conceptúa desde el primer enfoque positivista como la sensación de querer hacer ´lo que me dé la gana¨, el énfasis está en mi opinión, sólo en la mía y no en la de los demás. Esto es lo que se conoce como la libertad de, en la cual el ser humano se distancia y cree que no está relacionada con los demás. Ésta era la concepción que yo tenía de lo que era la libertad.

Sin embargo, en la clase aprendí que existe la libertad para, que es una operacional, que envuelve pensar, sentir, pero no implica una ruptura con los otros. En efecto, para que sea libertad requiere el reconocimiento de la presencia de los otros para nutrirse y desarrollarse. Cabe destacar que, esta aseveración transformó mi manera de pensar y de ver la vida. Gracias a esta nueva concepción de lo que es la libertad, entendí que tenía que accionarla (la libertad) para poder nutrir a mi País. (Hermosa manera de decirlo!) Entendí que la libertad no es individual sino que la misma existe y opera cuando tengo presente a los demás. A partir de ese momento comencé a conceptuar la libertad como la facultad natural que todos poseemos para alcanzar nuestra plena realización, manteniendo nuestra integridad y nunca perder la opción de ejercer nuestra voluntad. En consecuencia, la libertad no es simplemente el que yo ejerza lo que yo quiera según mi conveniencia (según la mirada positivista), sino es el asumir con responsabilidad las consecuencias de nuestras decisiones considerando a los otros. Es ver y entender que la libertad es cuando asumimos lo que le sucede a los demás y nos hacemos responsables de lo que transcurre en la sociedad. No podemos desligarnos de la sociedad en la cual vivimos sino que debemos estar profundamente comprometidos con la causa que deseamos alcanzar, ya sea la libertad para Puerto Rico, la disminución de la criminalidad, entre otros, que no sólo me beneficien a mí, sino a los otros. Es decir, que adquiramos el valor de la fraternidad que se manifiesta en el aprender a dar, ya que, quien se compromete renuncia a muchas cosas, se obliga a sí mismo a actuar y es en la fuerza de su compromiso que está el alcance de sus realizaciones. Por lo tanto, solamente el ser libre se puede comprometer y asumir responsabilidad. (Claro!) Pero, para que una sociedad permanezca unida hay que respetar la libertad del otro y lograr que nuestra mente permanezca autónoma e independiente, aunque seamos oprimidos por la represión y la esclavitud.

Ahora bien, el tema que he focalizado es el de cómo construimos la realidad. Ésta construcción envuelve múltiples componentes, pero en esencia nace de la raíz de un comportamiento y pensamiento colectivo. Aquí es entonces donde surge el conocimiento de lo que es la historia, cómo esas experiencias y conocimientos adquiridos a través de las generaciones nos impactan y han construido nuestra manera de ver nuestra realidad. Porque lo principal que internalicé es que la realidad es una construcción social. La realidad positivista que tenía de ver la vida, venía como consecuencia del paradigma del positivismo que aún impera en el mundo actual. Éste modelo lleva a explicar los fenómenos sociales complejos en términos de motivaciones y creencias individuales e ignoran el contexto social y no asumen su historia. ¿Por qué me impacta el haber aprendido acerca del modelo construccionista? Porque el ser psicólogo o psicóloga envuelve que yo asuma una actitud abierta y de apertura hacia los otros. Eso involucra empatía, simpatía, amor por mi prójimo y un genuino interés por el dolor ajeno (que en realidad no es ajeno). Ésta profesión involucra mucha responsabilidad ya que nosotros trabajamos con el dolor de las persona y ese dolor hay que entenderlo desde la realidad de esa persona. Si yo no me intereso por su historia y contexto no voy a ser efectiva, sino más bien voy a asumir una postura egoísta e individualista reduccionista.

Por otro lado, durante las clases discutimos los distintos supuestos construccionistas que me permitieron ver la realidad de otra manera. Uno de los más que captó mi atención fue que la realidad social no sólo se construye socialmente por los seres humanos en interacción, sino que el conocimiento también se construye por lo histórico. La profesora explicaba en la clase que el conocimiento tuvo un principio y va a tener un final, y eso es liberador. ¿Por qué? Porque desde estas perspectivas construccionales otro mundo siempre es posible, sólo hay que desenmascarar esas posibilidades. Claro que esto me resultó liberador, esto me hizo pensar en la frase célebre de Einstein, cuando dijo: ¨cambia la forma de ver las cosas y las cosas que ves cambiarán¨. Nosotros le damos significados simbólicos a las cosas conforme nos las enseñaron y las aprendimos, nuestras experiencias, pasado e historia influyen directamente en cómo vemos y percibimos las cosas. En especial, cómo construimos nuestra realidad, sin embargo, esto no debe ser determinista en nuestras vidas, sino que debemos abrirnos al mundo y a un mundo de posibilidades nuevas cambiando nuestra manera de ver las cosas, tratando de entender mi realidad y la de los otros.

En consecuencia, cambiaremos el modo en cómo significamos las cosas o lo que nos acontece. Para que esto ocurra tiene que darse otro componente indispensable y es aquí donde se introduce el supuesto de la reflexividad, es decir, la capacidad de ser reflexivo. Esto me pareció sumamente maravilloso, todos tenemos la capacidad de pensarnos y de pensar en lo que pensamos. La reflexividad me permite mirarme, entenderme, y es a través de este proceso que entonces puedo adaptarme. El pensarme también me ayuda a desarrollar estrategias que me permiten ampliar mi agencialidad y mi autonomía como ser humano.

A tenor con lo anterior, esto me lleva a pensarme. ¿Por qué pienso lo que pienso? El descubrir que yo puedo deliberadamente ¨pensarme¨ sobre algún asunto es fantástico y es algo liberador. Dicha reflexión es una herramienta de autonomía poderosa que me puede ayudar a ver más allá de mi construcción simbólica y como dijo Einstein, si cambio la forma en que significo las cosas y los acontecimientos, lo que veo también cambiará, mi realidad cambiará. Esto es extraño, misterioso, pero otorga un poder tremendo de realización y de superación.

Un punto importante que discutió la profesora cónsona con la reflexividad es que en Puerto Rico, actualmente, están acostumbrados a no ponderar la vida y en consecuencia hemos devaluado el sufrimiento humano. Esto nos debe llevar a reflexionar acerca de éste asunto y de asumir el sentido trágico de la vida. Es importante considerar esto ya que hemos ido trivializando el sufrimiento y esto nos lleva a insensibilizarnos. No podemos perder nuestra capacidad de sufrir y mientras cultivemos esto podremos intervenir con el dolor de los otros y ser empáticos. Todos somos un todo y estamos interconectados.

En línea con lo expuesto anteriormente, el curso me ayudó a descubrir que nosotros estamos acostumbrados a vivir la realidad cotidianamente de manera automática sin cuestionarnos la misma. El entenderlo así me confrontó con lo que explicaban Berger y Luckman los cuales decían que la verdad o la realidad de la vida cotidiana se producen socialmente. Esto ocurre debido a que la sociedad posee un carácter dual y entra lo que se conoce como la facticidad objetiva. De manera que, comenzamos a juzgar que las cosas son como son y que hagamos lo que hagamos las cosas o circunstancias no pueden ser cambiadas.

En cambio, no vemos que un conocimiento de la realidad se construye históricamente aunque lo asumimos como algo natural, no lo analizamos y no lo cuestionamos. Lo interesante es que discutimos en la clase que debíamos entender que una acción humana no es absoluta y que supone conocer el momento histórico en que se está construyendo dicho conocimiento. A tenor con esto, me cuestioné si existe la objetividad o si existe una verdad absoluta. La respuesta a mi interrogante fue que no existe la objetividad, porque todo conocimiento viene acompañado de la construcción y significante del otro. Así es que, todo conocimiento está cargado de subjetividad. Sin embargo, el mundo en el cual vivimos ya está hecho, las instituciones ya existen y se han cosificado. La cosificación no es otra cosa que el proceso en el que aprehendemos el orden o convertimos la sociedad en una cosa. Las categorizamos como absolutas, como por ejemplo: las instituciones conocidas como la familia, la escuela, el matrimonio, entre otras. Al cosificarlas y convertirlas en cosas asumimos los hechos como si fueran cosas.

A pesar que esto es así, la realidad social se puede transformar. Dado que la realidad es una construcción social, depende de los seres humanos para que las cosas cambien. ¿Cómo se pueden cambiar las cosas? Primero mirar las cosas de forma diferente y segundo romper la rutina. Al romper la rutina se descomponen el pensar y el comportarnos de manera automática, por lo que comenzamos a pensar y a cuestionarnos lo establecido. Cabe destacar que, para que el cambio sea posible tiene que ser creíble para el ser humano. Si la misma no es creíble para mí no puede darse la transformación. Si no se trabaja con esas cogniciones de posibilidad no se produce el cambio. Otro componente que tenemos que dominar para lograr la transformación es aprender el lenguaje. Una de las cosas que aprendí de la profesora es que la herramienta fundamental para contrarrestar la ideología imperante de control social es aprender el lenguaje. Esto es importante para tener el dominio simbólico, ya que, mientras más palabras conozcamos e idiomas dominemos manejaremos mejor este control.

Finalmente y repasando todo lo estudiado en la clase de Psicología Social, voy develando en mi conciencia la influencia grande que tiene la educación, el lenguaje y las experiencias en la construcción social en mi vida cotidiana. Esto me mueve a estar más consciente de los otros, a reflexionar acerca de mi historia y a querer ser partícipe de transformar la realidad social. Esta clase me ha accionado a explorar más profundamente la psicología social crítica y comunitaria. A mirar en mis interacciones a los otros como uno conmigo, respetándolos, acompañándolos y a accionar mi libertad asumiendo la responsabilidad por mi prójimo. Ciertamente, lo que aprendí en esta clase me transformó y es un tesoro de conocimiento que siempre llevaré conmigo. Cabe mencionar que, la herramienta de los diarios reflexivos como estrategia de aprendizaje me pareció fabulosa. No es hasta que me detengo a realizar este trabajo que compruebo lo mucho que aprendí acerca de los temas discutidos. Los diarios reflexivos me permitieron llevar una secuencia congruente con lo enseñado en la clase, mientras que a su vez me permitió el análisis crítico y la reflexión de los temas. Por lo tanto, creo que los diarios reflexivos son un instrumento ideal para la transformación del conocimiento.

En conclusión, no deseo culminar este escrito sin agradecerle profesora Carmen Rivera por darme la oportunidad de vivir esta experiencia. Dios la continúe bendiciendo grandemente.

1 comentario:

CRiveraLugo dijo...

Querida Haisha: Un honor que me haces a hacer pública tu reflexión del curso de Psicología Social Avanzada. Para mi fue un placer tenerte en clase, sobre todo al darme cuenta de tu claidad profesional y humana. Agradezco el que me hayas permitido participar de tu continua formación. Es, decididamente, esperanzador saber que tu quehacer profesional es ejemplo de compromiso, solidaridad y ética. Dios te bendice!