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Me encuentro cursando mi 4to año de doctorado en Psicología Clínica. Actualmente vivo en la ciudad de Juana Díaz, Puerto Rico, aunque soy Ponceña de corazón...

26 enero 2006

Dejad que los niños...


Dejad que los niños…

Cuando leo el comienzo de la frase “dejad que los niños…” no puedo evitar recordar que la misma se encuentra en la Biblia. Parece extraño, pero no asocio dicha frase con más ningún otro escrito. Por supuesto, he leído muchos libros que tratan el tema de los niños, de cómo educarlos y de cómo indagar para conocer sus inquietudes, entre otros. Sin embargo, aún no he leído ninguno que le dé tanta importancia al reconocimiento a los niños como narra la Biblia que lo hizo Jesús. Él estaba predicando la Palabra de Dios y muchas personas lo rodeaban. Algunos de ellos le llevaban niños para que Jesús los tocara, pero los discípulos los reprendían y los apartaban. Jesús se indignó al observar cómo excluían a los niños de las bendiciones de Dios. Entonces les dijo: “dejad a los niños venir a mí y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios”. Luego, los tomó en sus brazos y los bendijo. ¡Que hermosa la actitud de nuestro Señor para con los pequeños en edad! En ningún momento los menospreció sino que los exaltó haciéndolos merecedores de sus bendiciones.
Todos nosotros educamos a los niños en temas seculares. De hecho, consideramos sumamente importante que éstos desarrollen conocimientos y destrezas para que puedan desenvolverse eficazmente en la sociedad. Sin embargo, son pocos los esfuerzos que hacemos para que crezcan en el conocimiento de Dios. Pensamos que son muy pequeños o que no tienen la madurez necesaria para entender los misterios de nuestro Creador. Por lo tanto, algunas veces sin darnos cuenta, los excluimos de temas que tienen que ver con la palabra de Dios. Hacemos como hicieron una vez los discípulos, no les permitimos que se acerquen al Señor, puesto que no lo consideramos necesario. Por otro lado, las escrituras señalan que se instruya al niño en el camino de Dios y aún cuando éste fuere viejo no se apartará de Él (Proverbios 22:6). De manera que, es primordial que dejemos que los niños se alleguen a Dios.
Vivimos unos tiempos difíciles donde imperan la maldad, los malos sentimientos y la ignorancia de lo eterno. Cada día el ser humano se tiene que enfrentar con una sociedad hostil que aborrece que se hable de Dios, que ama lo banal y que venera las cosas efímeras. Es triste saber que mientras nuestros niños se educan para “la vida”, en ocasiones se les priva de conocer y de vivir por lo que realmente es importante, que es Dios. No advertimos que mientras más conozcan nuestros niños del amor de Dios, de sus promesas y de sus bondades, éstos serán mejores seres humanos. Cabe destacar, que aprenderán a amar a sus semejantes, a vivir de acuerdo a lo que es santo y a dar lo mejor de sí mismos; de manera que ofrezcan soluciones de paz en un mundo en el que impera la guerra.
Por lo tanto, dejemos que los niños se acerquen a nuestro Señor Jesucristo, que le conozcan y que vivan para él. De esta manera veremos como el éxito los alcanza y todo les sale bien. Porque esas son promesas que nuestro Dios y amado creador nos ha hecho, creamos en Él y Él será por nosotros. Si deseamos que nuestros niños vivan una vida con propósito y que sean felices dejemos que Dios los bendiga y les enseñe de su amor. Así que no les robemos la oportunidad de seguir y de conocer al ÚNICO que los puede encaminar correctamente y con verdad.
Dejemos que los niños… conozcan, respeten, valoren, honren, admiren, sirvan y amen a Dios.

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