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Me encuentro cursando mi 4to año de doctorado en Psicología Clínica. Actualmente vivo en la ciudad de Juana Díaz, Puerto Rico, aunque soy Ponceña de corazón...

03 noviembre 2012

El Mantengo


El Mantengo
POR AMADO MARTÍNEZ LEBRÓN | 12 DE OCTUBRE DE 2012 | 12:41 AM





Preámbulo

Puerto Rico es una colonia. Para muchos es la única que queda. Hoy día en Puerto Rico las empresas estadounidenses tienen más privilegios y beneficios que las empresas “nacionales” o “extranjeras”; y lo sé, no es noticia nueva. Si bien es cierto que cada vez es menos evidente cómo nos usan, apenas hace 10 años atrás y con la sección 936, que fue en su momento un enarbolado emblema del ELA, se permitía descaradamente a corporaciones estadounidenses montar fábricas en la isla con suculentas exenciones contributivas diseñadas sólo para ellas. Este esquema inició el espectáculo de “modernizarnos” una vez el monocultivo de la caña dejó de ser negocio para las empresas de EE.UU. Un reporte del U.S. Government Accountability Office del 1993, relacionado con la inminente desaparición de la sección 936, presentó al Congreso sus hallazgos de la siguiente forma:

(1) the impact of any change to section 936 on the Puerto Rican economy depends on how the change affects the demand for Puerto Rican resources, the firms’ individual circumstances, and the specific tax; (2) the proposal to restrict section 936 tax credits would alter the incentives for some current and potential section 936 firms; (3) a wage credit cap on section 936 tax credits would affect less than half of the section 936 manufacturing firms analyzed; (4) most labor-intensive section 936 firms would not be affected by the revised tax credit; (5) the impact on Puerto Rico’s economy of reducing section 936 tax credits may not be proportional to the credits lost because they are not tied to the use of Puerto Rican resources; (6) the growth rate for Puerto Rico’s gross domestic product indicated that an increasing portion of total income produced in Puerto Rico went to U.S. and foreign investors; (7) from 1971 to 1991, unemployment in Puerto Rico remained high; (8) five manufacturing industries accounted for 90 percent of the tax benefits received by section 936 firms in 1985, 1987, and 1989; and (9) section 936 manufacturing firms represented 11 percent of the total workforce. [énfasis mío]

Al punto

Las empresas de EE.UU., además de prácticamente obligarnos a comprar sus productos y tratarnos en el negocio como extranjeros, ganan en la isla, según las cifras más conservadoras, casi la totalidad del presupuesto general de Puerto Rico, aún sin la sección 936. Las empresas de EE.UU. ganaron en el 2011-2012, alrededor de $30 mil millones en PR. Debo aclarar aquí que erróneamente en el país se le llama presupuesto a lo que necesita el gobierno para operar, lo que equivale a casi 10 mil millones de dólares en el 2012; no obstante, Puerto Rico cuenta con ingresos por impuestos, arbitrios y juegos, que junto a lo que genera el Estado prestando servicios, suman casi 30 mil millones de dólares en el 2012. Dentro de esa cantidad, sólo una tercera parte se discute cuando se habla del dinero que maneja el Estado. Más de 20 mil millones de dólares se usan para, entre otras cosas, pagar deudas a bancos y financiar proyectos de alianzas público-privadas. De todo nuestro presupuesto, lo que aporta Estados Unidos es apenas 6 mil millones de dólares1. Como dato curioso, eso es lo que más o menos gastamos comprando combustible en un año.2

El amo bueno

En Puerto Rico nos han convencido de que vivimos de la dadivosa intervención de los EE.UU. ¿Pero en qué se basa esto? ¿Será porque tenemos una gran población que vive del seguro social, de los cupones, o del retiro?3 Tal vez. Pero me pregunto, ¿cómo podría ser razonable pensar que nos están manteniendo cuando según el censo del 2010 tenemos casi un 40% de la población bajo el nivel de pobreza, al mismo tiempo que en un año cualquiera, Puerto Rico puede llegar a pagar de 2 a 4 mil millones de dólares en impuestos al IRS solamente? En Puerto Rico está más cara la energía que en los 50 estados de EE.UU., incluyendo Hawái,4 eso sin contar el hecho de que hoy tenemos menos oportunidades de ser dueños de propiedades, carecemos de planes de retiro, tenemos menos servicios de salud pública y menos derechos en general.5 En España, Inglaterra y Noruega, por mencionar sólo algunos países ricos, es más barato vivir porque entre otras cosas, la educación y los servicios médicos son gratis, o casi gratis.6 Como si fuera poco, en Puerto Rico se pagan más impuestos que en cualquier estado de EE.UU.:

“Puerto Rico is classified by the U.S. government as an independent taxation authority by mutual agreement with the U.S. Congress. A common misconception is that residents of Puerto Rico do not have to pay federal taxes. Residents of the island pay federal taxes (import/export taxes, federal commodity taxes, social security taxes, etc.) and some even pay federal income taxes (Puerto Rico residents who are federal employees, or who do business with the federal government, Puerto Rico-based corporations that intend to send funds to the U.S., members of the military, etc.). While most residents of the island do not pay federal income tax, they do pay federal payroll taxes (Social Security and Medicare), as well as Puerto Rico income taxes. In addition, because the cutoff point for income taxation is lower than that of the IRS code, and because the per-capita income in Puerto Rico is much lower than the average per-capita income on the mainland, Puerto Rico residents pay more income taxes to the local taxation authority than if the IRS code were applied to the island. Puerto Rico residents are eligible for Social Security benefits upon retirement. Puerto Rico is excluded from Supplemental Security Income (SSI). Puerto Rico receives less than 15% of the Medicaid funding it would be allotted as a state.”7

Como en la cárcel

La economía de Puerto Rico es de importación. Esto quiere decir que del 80 al 85 por ciento de los alimentos que consumimos vienen de EE.UU. o a través de ellos. Algunos estiman que si dejara de llegar mercancía a Puerto Rico ya no tendríamos para comer en 3 o 4 meses.8 Pagamos caro el uso de la Marina Mercante de EE.UU., y compramos a precios muy altos cosas que inclusive se fabrican en la isla. Según la Cámara de Comercio de Puerto Rico “La Ley de Cabotaje tiene el efecto de aumentar los costos de la transportación marítima entre Puerto Rico y los Estados Unidos, debido a que la Marina Mercante Americana es una de las más costosas en el mundo. De ser el caso en Puerto Rico igual al de los estados de Alaska y Hawái, “la derogación de la Ley de Cabotaje podría tener un impacto significativamente favorable para nuestra economía, en términos de la competitividad que dicha eliminación añadiría a nuestras empresas…”.9 En Puerto Rico tenemos sólo un 6.8 por ciento de las tierras destinadas a cultivo, pero invertimos casi todos nuestros recursos en una economía de servicios, con más de un 80 por ciento de la población obrera en esta rama de la economía. Y aún así el Estado, bajo el liderazgo de Fortuño, entiende como inversión agrícola ceder en condiciones absurdas nuestras tierras cultivables a una empresa como Monsanto.

“A pesar de las ganancias que éstas [Monsanto] obtienen en la Isla, y de los negocios multimillonarios que mantienen alrededor del mundo, el gobierno de Puerto Rico les da las mismas exenciones contributivas que a un agricultor local bona fide. Además, les reembolsa el $2.72 por cada hora de trabajo que pagan en salario a los obreros de campo. Así, el Gobierno de Puerto Rico pagó a Monsanto, tan solo el cuatrimestre de abril, mayo y junio pasado [2011], un total de $121,040, según una fuente cercana al Departamento de Agricultura. El subsidio con fondos públicos a esa empresa durante este año pudo ascender a casi medio millón de dólares.”10

El gobierno, que fue un importante empleador en Puerto Rico, está reduciendo su plantilla bajo pretextos de bajar costos, reducir nuestra deuda y fomentar la economía desde el punto de vista bancario para mejorar así nuestro crédito, pero ni en eso ha funcionado.11 Hoy las empresas privadas son las que más empleados tienen en el país12 y la mayoría de los fondos públicos que supuestamente se “ahorraron” en nómina, se han usado para contratar los servicios de compañías privadas, o simplemente han desaparecido los servicios que se prestaban, devaluando así nuestra calidad de vida. La incapacidad de poseer propiedad productiva, trabajo seguro, medios de producción, o mínimamente una casa, enajena a las personas de su propio país porque no consiguen darle el sentido de pertenencia necesario para el compromiso. Tener vivienda adecuada y permanente es un derecho establecido en la Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU (artículo 25). En Puerto Rico la inmensa mayoría de las casas son propiedad de los bancos (hipotecas) o del gobierno (residenciales públicos, etc.). El no poseer nada, mientras dos o tres tienen todo, nos hace apáticos al bienestar común porque nos vemos como confinados y no como ciudadanos. La violencia que vivimos es producto directo de esta institucionalización de la pobreza.13

Win-win

Sin embargo, los únicos que se benefician de que EE.UU. “provea” con recursos económicos al país, son las mismas empresas estadounidenses. Primero que nada, porque nos incapacitan, haciéndonos dependientes de lo que nos llegue de ellos. Pero lo peor es que el Estado paga, no para mejorar la calidad de vida de los menos privilegiados, sino que aún cuando pareciera ayudarnos, lo único que eso busca es garantizar que no dejemos de consumir, porque es a las corporaciones relacionadas a EE.UU. a las únicas que les podemos comprar.14 La intención de la mal llamada “beneficencia” de EE.UU. es compensar la incapacidad de consumo que sufrimos por nuestra escasez de producción. El Estado nos da dinero en forma de beneficios federales a partir de los impuestos que pagamos, para que podamos comprar y mantener la economía activa. Es una forma de transferir el dinero del Estado, al bolsillo de los ricos. Esto no puede estar más claro cuando el mejor consejo que pudo ocurrírsele a George W. Bush tras los incidentes del 9/11 fue decirle a sus compatriotas “go shopping”.15Lo que supuestamente nos da el gobierno de EE.UU., se lo devolvemos enseguida cuando lo gastamos en comprar sus productos y en pagar impuestos.16 En Puerto Rico es difícil crear industrias locales exitosas porque es difícil competir con productos estadounidenses. Estamos sitiados por una energía cara y bajo el control de las empresas comerciales de EE.UU., sus protectorados, impuestos y sus carteles de transporte. También es difícil competir con empresas estadounidenses en nuestro propio país porque la intención del sistema es convertirnos en lo que sea que necesite EE.UU., como lo evidenció la transición de una economía del monocultivo a una de manufactura para exportación y ahora a una de servicios, todo a la medida de los intereses del mercado de EE.UU.

Todo es mentira

Insisten en declararnos mantenidos cuando somos el territorio más explotado de EE.UU. Hoy apenas tenemos unos pocos empleos con beneficios “marginales” porque los únicos que los tenían garantizados eran (o son) los del gobierno. Tener plan médico, retiro, vacaciones, maternidad, días por enfermedad y el derecho a uniones de trabajadores, son hoy día casi sueños fantásticos. Todo eso ha conseguido que nuestra sociedad sea violenta con los semejantes, porque nos vemos obligados a competir por oportunidades económicas escasas; mientras que al mismo tiempo la mayoría de la sociedad teme, porque se siente débil ante la monumental fuerza económica de los ricos y su Estado. Pero aún siendo los más pobres y con la menor cantidad de derechos de todos los territorios de EE.UU., aún pagando más impuestos y tras mutilar nuestro sistema económico, hasta incapacitarnos de producir lo necesario para satisfacer nuestras necesidades básicas, nos quieren tildar de mantenidos. Pero concluyamos poniendo esto en perspectiva.

Concluyendo

En el mundo entero se está luchando. Tanto en los EE.UU., como España, Inglaterra, Grecia, Francia, Alemania y Canadá, entre otros países, tienen en sus manos importantes luchas sociales. Pero otra cosa que tienen en común todos estos países es que tienen mejores condiciones de vida que Puerto Rico.17 En casi todos los países mencionados existen mejores sistemas de educación pública, mejores ingresos per cápita y hasta rentas y pagos de utilidades más bajas; y como si fuera poco, muchos tienen servicios médicos gratuitos.18 El Estado en estos países es verdaderamente un mejor benefactor que el nuestro. Estamos gobernados por una minoría rica estadounidense y un facsímil razonable “nacional”; y sabemos que los ricos no pueden pensar en el bienestar común y en el suyo propio al mismo tiempo, porque sería contradictorio. Nuestro bien común es lo que ellos llaman su propiedad privada. Los grandes dueños de tierras u otros medios de producción, nunca van a gobernar promoviendo leyes que les quiten ese poder. No obstante, el Estado, aunque sea diseñado por los ricos, también históricamente ha sido capaz de ser reformado a partir de intereses de grupos sociales en desventaja que han decidido luchar. La lucha de la mujer, la de los negros, y por la libertad sexual en PR y EE.UU., son buenos ejemplos. Así también, la llamada clase media puertorriqueña se inventó con los empleos de las 936, pero también tras el gobierno haber fungido como patrono. El Estado se convirtió en jefe y protector tras una gran crisis económica y por luchas políticas que tras esas crisis se dieron. El Estado “benefactor” como lo conocemos, es el sistema halado precaria y temporalmente hacia el lado de los que no tenemos poder. Sabemos que un cambio hacia la estabilización de nuestra economía no podrá darse administrando los sistemas inventados por el capitalismo, pero un Estado reformado hacia el objetivo de procurar el bienestar de la mayoría siempre será mejor que uno que nos aniquile. Según hemos visto, los países del mundo en lucha tienen mejores condiciones de vida que PR, porque si lo piensan, se necesita tener al menos un poco de poder, para sentirnos con la fuerza suficiente como para exigir más de nuestros gobiernos.