La Pasión de Servir a los Demás
Una de las virtudes más hermosas que puede poseer un ser humano es la del servicio. Pero, ¿qué es servir? El servir a los demás, según el diccionario de la Real Academia, es obsequiar a alguien o hacer algo en su favor, beneficio o utilidad. Por lo tanto, cada vez que cada uno de nosotros obra en apoyo de otra persona estamos sirviéndola. Muchas veces creemos que el servir es algo etéreo, que solo lo efectúan las personas santas o religiosas. Sin embargo, el servir a los demás no es una acción solo de los devotos, sino de personas que se aman y por lo tanto, pueden amar a los demás.
Aunque día a día nos encontramos con personas que libremente nos sirven hay una cualidad que aún nos falta por desarrollar y esto es la pasión de servir. La pasión de servir es mucho más que el mero servicio. Esto es sentir un apetito o deseo vehemente por ayudar al prójimo. Es que cuando veamos a una persona en necesidad nos detengamos a escucharla, sin prisa y sin
interrupciones. No es ver a un deambulante en la calle y virarle la cara, sino más bien ver de qué manera podemos ayudarlo a salir de esa vida de ruina que lleva.
Hace unas semanas me encontraba en mi auto dirigiéndome hacia mi casa. Me detuve a esperar que la luz del semáforo cambiara y me percaté de un hombre cabizbajo que pedía limosna en la calle. El sujeto tenía un brazo hinchado, lleno de pus y de sangre. La verdad es que era repulsivo mirarlo. Los conductores al verlo subían los cristales de sus vehículos o le rechazaban. Al ver la actitud de las personas me dio mucho dolor en el corazón. ¿Quiénes eran ellas para despreciar a un ser humano enfermo y abatido por la condición de su vida? Pensando en esto, observé como este hombre tropezaba y caía al suelo de cara. Rápidamente uno de los conductores que se encontraba varios autos frente a mí descendió de su vehículo lo ayudó a levantarse. Lo sorprendente de todo es que después le tomó el brazo herido en sus manos, lo verificó y le dijo que no se moviera. En medio del tapón de la tarde el sujeto caminó hacia su auto, sacó un pequeño maletín y en la misma calle le atendió su brazo lastimado. No pude observar que sucedió después, puesto que tuve que seguir mi camino. Más no pude olvidar en días aquel gesto compasivo y de amor de aquel caballero, que sin importar la condición de vida de ese ser humano se detuvo, sacó de su tiempo y sirvió a su prójimo.
El acto de ese hombre para con su semejante enfermo fue una gran lección para mí sobre lo que es la pasión, el deseo, el amor de socorrer y de ayudar a otra persona. De hecho, en ese momento recordé las palabras dichas por nuestro Señor Jesucristo a sus discípulos, que el que haga el bien a sus semejantes a Él se lo hará. Por lo tanto, vamos a detenernos en el camino y a mirar a nuestro alrededor, busquemos a esas personas que necesitan de nosotros y tratemos de
ayudarlas. Tengamos en cuenta que todos somos humanos y que existen seres humanos que anhelan ser escuchados, atendidos y amados. Vamos a servir a los demás con pasión, empeño y sinceramente cómo lo hizo aquel señor por aquel deambulante y como lo hizo nuestro Señor Jesucristo, que sin merecerlo nosotros, murió por ti y por mí. ¡Qué pasión más maravillosa!
Sigamos su ejemplo.
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